Nacional | Origen y evolución del mototaxi en Perú: La fascinante historia detrás de su promotor

En 1996, Octavio Mávila no solo introdujo el motocarro en nuestro país, sino que también vivió una experiencia única al ser tomado como rehén durante la crisis en la residencia del embajador japonés.

En el vibrante paisaje del transporte público en Perú, donde combis, cústers, buses y taxis comparten las calles, el mototaxi se distingue por su versatilidad y adaptabilidad a diversos terrenos. Este ingenioso vehículo, que combina una motocicleta en la parte delantera con un espacioso asiento trasero para dos pasajeros, tiene su origen en la visión del ingeniero peruano Octavio Mávila Medina.

Nacido el 26 de septiembre de 1927 en Lima, Mávila Medina, motociclista profesional y campeón, fundó en 1951 Mávila Hermanos, dejando una huella en el mercado automotor. Su lucha personal y comprensión de las dificultades de movilidad en Perú lo motivaron a poner al país “sobre dos ruedas”.

La historia de Mávila Hermanos junto a sus hermanos mayores Óscar y César, es una narrativa de tenacidad y visión de futuro. Aunque los embates de la crisis y el terrorismo en las décadas de 1980 y 1990 llevaron al cierre de varias sedes, la empresa logró superar las adversidades y alcanzar la venta de 2000 motos al mes gracias a su alianza con Honda. A pesar de su retiro en 2001, la empresa continuó, dejando un legado tangible en el mercado automotor peruano.

El punto de inflexión llegó en 1975, cuando, inspirado por las motos de tres ruedas en Filipinas, forjó una asociación con Honda. En 1979, lanzó el ‘motocarro’, un vehículo que abordaría los desafíos de movilidad en Perú, siendo eficiente y asequible. Aunque inicialmente enfrentó resistencia, el motocarro se convirtió en un elemento emblemático del transporte peruano.

La historia del mototaxi no estuvo exenta de obstáculos. En 1981, el ministro de Transportes, Fernando Chávez Belaúnde, inicialmente rechazó su operación debido a preocupaciones de seguridad. Sin embargo, para 1984, la superación de obstáculos burocráticos permitió su uso exclusivo en la selva peruana, allanando el camino para su aceptación gradual en otras regiones del país.

En medio de sus triunfos, Mávila Medina también enfrentó momentos cruciales en la historia nacional, siendo uno de los rehenes del MRTA durante la crisis de la residencia del embajador japonés en 1996. Esta experiencia compleja marcó un capítulo único en su vida, destacando la resiliencia y determinación que lo caracterizaron a lo largo de su trayectoria. A pesar de los desafíos empresariales y personales, Octavio Mávila Medina dejó un impacto duradero en el transporte peruano, demostrando que la innovación y la perseverancia pueden trascender más allá de los obstáculos, dejando un legado que continúa rodando por las calles del país.

Hasta su fallecimiento en 2013, Óscar Mávila mantuvo viva la llama de la innovación, dejando un legado que sigue rodando por las calles del país. La historia de Octavio Mávila Medina y su contribución al transporte peruano no solo es un testimonio de ingenio y perseverancia, sino también un recordatorio de cómo un visionario puede dejar un impacto duradero en la sociedad.