La piloto de motos española Laia Sanz, tres veces campeona del mundo de trial y cinco de enduro, se ha hecho famosa en el mundo entero por obtener el mejor resultado femenino de la historia en el prestigioso Rally Dakar, la prueba más dura del mundo, alcanzando la novena posición en la clasificación absoluta.
Todo un ejemplo de esfuerzo, trabajo y también de superación, en el libro de motos “Quien tiene la voluntad tiene la fuerza”, Laia nos cuenta de primera mano toda su historia y la experiencia vivida, comenzando con sus primeros pasos en el mundo del motor, pasando por algunos de sus momentos complicados y terminando con sus mayores logros. Un libro que te engancha desde la primera hasta la última página.
Laia Sanz, la mejor deportista de la historia del motor, ha saltado de las páginas de la prensa deportiva a las noticias generales por la sorpresa que despierta ver a una mujer joven compitiendo al más alto nivel en un mundo exclusivamente masculino.
En este libro explica por primera vez cómo piensa, cómo afronta la vida, cuáles son sus miedos, sus experiencias más personales y los sentimientos más profundos desde que se subió por primera vez a una moto, de niña, hasta convertirse, hoy, en la única mujer que ha entrado en el top 10 del rally más exigente del mundo.
Narrado en primera persona a través de las etapas del Dakar 2015 (en el que Laia logró el mejor resultado que ha conseguido una mujer en esta prueba), adentrará al lector en un relato emocionante en el que descubrirá de dónde saca Laia Sanz esa fuerza inagotable que le permite hacer frente a los grandes obstáculos y las dificultades.
“Que una mujer se acerque a los hombres en un deporte masculino es una proeza, pero que los supere es un sacrilegio. Soy un poco introvertida pero en este libro me he dejado llevar y he contado muchas cosas personales y algunas decisiones profesionales que en su momento no se entendieron”, asegura la 17 veces campeona del mundo.
En el libro, Laia recuerda varias anécdotas interesantes. “En la segunda etapa del Dakar escuchaba todo el rato una moto pegada a mi espalda. Me daba la vuelta y no había nadie. El médico me dijo que eran alucinaciones por culpa de la deshidratación”.