La lista es mucho más larga y, si bien no están todas las que son, sí son todas las que están. Aquí tienes un decálogo en el que prima el riesgo, la velocidad y la tradición, ya sea en tendencias off road, velocidad o freestyle. Si quieres quemar adrenalina, echa un vistazo.
A lo largo de la historia, la imaginación del motorista ha llevado su afán de aventura, su pasión por la velocidad y su arrojo ante los grandes desafíos a trasladar el mundo de la competición hasta extremos que entran en el terreno de la leyenda, en el plano de la aeronáutica o, directamente, en el mundo de la ciencia ficción.
Velocidades inconcebibles a ras de suelo, el asalto a fortalezas de tierra inexpugnables, llamaradas que lanzan las dos ruedas con el empuje de un cohete sideral, equilibrios imposibles deslizando a cien millas por hora, vuelos acrobáticos con las máquinas más terrestres y más rápidas, paracaídas que frenan el ímpetu de un cañón, neumáticos con clavos y la aventura que soñó Poe, con su Arthur Gordon Pym, cruzando el continente al ritmo de una competición de rango mundial. Son las carreras más extremas, donde la fantasía más audaz desata sobre una moto toda la fuerza de su frenesí. Hemos seleccionado diez de ellas, atendiendo a su fama, a su dificultad, a su riesgo y también a su leyenda. Esperamos que disfrutéis de ellas.
Dakar (enero)
La esencia de la aventura llevada a una carrera maratoniana. El instinto del navegante, la destreza del todo terreno y, también, la chispa de la velocidad entran en combinación sobre la forma física de un atleta para hacer realidad la fábula de un soñador francés, primero a través de las arenas africanas, para ser trasladada, después, al polvo marciano del Altiplano sudamericano.
Lo increíblemente duro de esta carrera es alcanzar la meta de cada etapa, en muchas ocasiones tras el crepúsculo, desde luego que sí; pero lo que resulta verdaderamente sobrehumano es levantarse cada madrugada para tomar la salida del tramo siguiente. La crudeza del frío nocturno, el sofoco de un calor desértico, el agotamiento del corredor de ultrafondo, el mal de altura del alpinista, la cáustica carcoma de la sal y el grave riesgo de la carrera más peligrosa entran en combinación para que cada participante que alcanza por fin la llegada de Buenos Aires sencillamente no se lo crea.
Springfield Mile AMA Grand National Flat-track (mayo)
El óvalo de la milla es el escenario cumbre de una especialidad que sirve de base y entrenamiento a la mayoría de los velocistas, pero que sobre todo se muestra al aficionado como un espectáculo único en el que el piloto balancea el cuerpo a la izquierda y al centro, arriba y abajo, para controlar el derrape, más cruzado o más paralelo a la línea de avance, ¡a más de 100 millas por hora!.
La Springfield Mile: Un equilibrio imposible, con el pie izquierdo en vilo, que dibuja en una frenética armonía la dinámica de la plasticidad sobre la pista más sucia .
Tourist Trophy (junio)
“Están locos, tendrían que prohibirlo, son unos suicidas”. Ésos suelen ser los comentarios más extendidos entre los que se atreven a juzgar a los “riders” del Tourist Trouphy, casi siempre basándose en el más perdido de los desconocimientos.
Hay que ser británico para comprender la prueba de velocidad más rápida, más antigua y más peligrosa del mundo. Es necesario haber crecido respirando el espíritu del TT y haber escuchado con admiración las leyendas que encierra la Isla de Man para entender esta mítica carrera, que guarda en su seno, todavía intacto hoy día, el origen mismo de la propia velocidad en moto. Así pues, nosotros no podemos entenderlos, tan sólo nos queda contemplar sobrecogidos los pasos de vértigo en su vuelta relámpago a La Isla; y admirarlos, desde luego admirarlos, porque, francamente es muy difícil encontrar en el mundo de las dos ruedas alguien que sienta una pasión más arrebatada por la moto que un piloto del Tourist Trophy.
Estaremos atentos a la segunda semana de junio, este año, además, contando con la participación de dos de los nuestros: Raúl Torras y Antonio Maeso, que vuelve al TT tras su grave lesión.
Erzberg Rodeo (junio)
Tiene su precedente en las arenas de Le Touquet, con su legendario enduro y sus mil participantes atrapados en la playa, o en el efímero Gilles Lalay Classic, sobre el bosque helado de Limoge.
El Erzberg Rodeo, y por extensión, el enduro extremo, ha llevado la destreza más depurada del trial a las motos de suspensiones largas y aleta elevada.
De ese modo, un escenario como el de una mina gigante expuesta al cielo abierto, se presenta como un escaparate único para que los mejores de la especialidad se luzcan, con el riesgo de sufrir el duro revés del abandono, mientras que el espectador disfruta de unas imágenes panorámicas inéditas en el mundo del enduro, a la vez que el patrocinador encuentra, qué duda cabe, una plataforma publicitaria inimaginable hace tan sólo una década.
Todos los años, una legión de intrépidos “endureros” toman la salida para abordar el asedio a esa auténtica fortaleza austriaca, que presenta inexpugnable, a juzgar por los escasos guerreros que alcanzan la meta.
Pikes Peak (junio)
La carrera en cuesta más famosa del planeta enfrenta a máquinas del más variado origen sobre un desnivel de 1.435 metros, para tocar el cielo en una meta elevada hasta los 4.301 de altitud. Motos maxitrail y supermotard compiten contra deportivas, un año tras otro, para lograr una victoria contra el crono, contra la pendiente y contra la asfixia de los motores, mientras que algunas bombas mecánicas, con turbos en su seno y más de 300 CV a la rueda, exhiben su portentosa musculatura sobre la cuesta más larga y empinada de las carreras, que en su origen fue de gravilla y que en 2.012, finalmente, terminó viendo asfaltado el total de su recorrido.
La carrera de Pikes Peak representa un desafío en las alturas, con un vacío insondable acechando en el margen de cada curva y una atmósfera que se diluye en la altitud para sofocar el esfuerzo de máquinas y pilotos. Pikes Peak, la carrera de las nubes. Desafortunadamente, tras el trágico accidente de Carlin Dunne en la edición de 2019, se decidió suspender la carrera de cara a 2020 y su futuro está en el aire.
X-Fighters
El motocross ha derivado su componente aéreo en la acrobacia más espectacular, y los cosos taurinos han pasado a vivir una faceta nocturna, tan apartada de los campos y de las dehesas que ven crecer a sus reses que los aficionados del tendido más reaccionario se restriegan los ojos, atónitos, cuando ven las imágenes que recogen las figuras ingrávidas de motos y pilotos suspendidos sobre la arena sagrada que vivió tantas tardes de gloria.
El Freestyle arrastra a un público masivo y festivo, ansioso de vivir en directo las filigranas que los creativos de la voltereta dibujan en sus vuelos, tan altos y tan largos, que parecen dilatar el tiempo con la moto suspendida en el vacío. Mortales, supermanes, backflips y cabriolas imposibles en las que el piloto llega a alejarse, como desentendiéndose de su máquina, provocan el asombro y el delirio del público más circense de la moto.
Bonneville Speed Week (agosto)
Es inevitable que la mente de cualquier aficionado se vaya al recuerdo de Burt Munro al pensar en la tradicional semana mundial de la velocidad pura. El joven entrañable, de más de 70 años y rebosante de entusiasmo, tal y como viven su pasión la mayoría de los motoristas, se convirtió en el estandarte del lago salado desde el momento en el que se estrenó la película.
Cuesta creer que un paraje absolutamente natural, con un firme insólito en el mundo del motor, sirva de escenario para alcanzar velocidades de aviación rodando a ras de suelo sobre el equilibrio dinámico de tan sólo dos ruedas.
Formas de puro impensables, largas como una limousine neoyorquina, guardan en su seno mecánicas de fantasía, cuya opulencia y recursos nos meten directamente en el terreno de la ciencia ficción. Aún se recuerdan, sin ir más lejos, los motores 1300 Kawasaki de Don Vesco en los ochenta, con seis cilindros cada uno y refrigerados a base de hielo seco entre un intento y otro de batir el récord de velocidad absoluta, rompiendo las leyes de la física dinámica.
Drag Euro Finals (septiembre) Santa Pod
Las carreras de dragster, o cuando la moto trasladó la técnica al mundo imposible de la fantasía. La goma quemada de un neumático descomunal, el ácido nítrico en el depósito y algunas compresiones de casi sesenta a uno; los motores empalmados, los turbos volumétricos y los ruedines traseros que sujetan el despegue portentoso de una bestia tan larga y tan pesada como un taxi; todo ello para poner de relieve sobre una pista absolutamente recta ¡más de 370 por hora en menos de medio kilómetro!, con la traca final para el espectáculo de un paracaídas desplegado por la violencia de una velocidad que su seda retiene a punto del desgarre.
Cadwell Park BSB (agosto)
La primera vez que un aficionado contempla un vídeo sobre esta carrera lo hace casi convencido de que se trata de una animación digital. Es sólo después de revisar el granulado de algún fotograma y de arrancar y parar varias veces la grabación, cuando se convence, incrédulo, de que las imágenes que muestran a los pilotos del Campeonato Británico de Velocidad poniendo en práctica la técnica aeronáutica más refinada del motocross sobre una superbike corresponden, en realidad, a una carrera inglesa que arrastra ya tras de sí una dilatada tradición.
Los pilotos vuelan en el aire y estabilizan la moto, casi horizontal, ¡en plena curva y a dos metros de altura! Un espectáculo insólito que particularmente se da, claro está, en la jornada de entrenamientos, porque lo que es durante la carrera procuran volar lo menos posible, como bien sabe el lector, para conseguir el tiempo más rápido por vuelta.
Ice Speedway
Una especialidad curiosa y a la vez contradictoria. Contradictoria porque, sobre el medio más resbaladizo, la superficie más insostenible para una moto, se disputan las carreras que muestran al espectador las tumbadas más inverosímiles. Una especialidad, la mires por donde la mires, fuera de rango, con botas de metal, neumáticos de coche por rodillera y combustible mezclado con metanol para unas motos famélicas con motores precolombinos, conducidas por pilotos que proyectan la imagen de un jockey enmascarado. Pero sobre todo, el protagonista y la característica exclusiva, a la vez, de esta especialidad helada lo son sin duda los clavos.
El aspecto intimidante que proyectan sus ruedas constituyen, precisamente, la base del espectáculo que montan las Jawa 500 de un cilindro sobre el óvalo olímpico (400 m) de hielo.